Día del dolor, momento del calvario. Y esta comunidad, la de Jesús, la de María, la de José, la de Pedro, la de Pablo, la de cada uno de los amigos de Jesús, se sube a la caravana. Pasaron más de 20 siglos y nosotros no lo abandonamos. Porque en cada latigazo, en cada caída, en cada clavo de la cruz, está la salvación a nuestro dolor, a nuestras caídas, a esos clavos incrustados en nuestros corazones.
Somos resistencia. Al odio, al sálvese quien pueda, a la crueldad, a la discriminación, a la soledad.
Resistimos. Claro que sí, tratando de amar a cada paso, como EL enseño cuando llegó para quedarse. Que le van a hablar de resistencia a los hijos de María, si siguen peregrinando como si 2000 años apenas fueran segundos.