A 50 años del martirio de Carlos Mugica, el equipo de sacerdotes de villas y barrios populares de la Argentina lanzaron un documento con estos conceptos para contarle a sus comunidades donde se encuetra Carlos Mugica hoy, y en qué lugares se siguen sufriendo las injusticias contra las que luchó.
A continuación compartimos el texto completo…
El próximo 11 de Mayo se cumplen 50 años del asesinato del padre Carlos Mugica. Su trabajo en favor de la justicia social, con y por los más pobres, especialmente de la villa 31, era tildado por los malintencionados como “comunismo”, que lo identificaron con el enemigo y lo asesinaron.
Sin embargo, la opción preferencial por los más pobres, más allá de las concepciones sesgadas que no lo quieren escuchar, es parte irrenunciable del Evangelio, está consignada en el magisterio latinoamericano y universal de la Iglesia.
Mugica dio la vida, señalando con su sangre la dignidad absoluta de toda persona humana, tan menospreciada en esta sociedad del descarte. Su prédica le recordó a la sociedad que los pobres existían, y cómo vivían, y que el Estado es una herramienta irreemplazable para lograr su integración social.
Su martirio también nos recuerda a toda la Iglesia la necesidad de valorar positivamente la política, como la forma más alta de la caridad y búsqueda del bien común. Porque sin la política, como herramienta de transformación de la realidad y consolidación de sus logros, a la caridad solo le queda la beneficencia.
Por el testimonio de su vida y su martirio, Carlos Mugica, sacerdote, es para nosotros un modelo sacerdotal privilegiado. Y hoy, a 50 años, los sacerdotes que vivimos y trabajamos en las villas y barrios populares del país, y formamos parte de su mismo equipo de curas villeros, a la luz de su legado queremos recordar distintos aspectos de lo que significa en nuestros barrios la ausencia del Estado.
- En el año 2007, cuando escribimos nuestras “Reflexiones en torno a la urbanización y el respeto por la cultura villera” acuñamos el término “integración urbana”, para referirnos a una correcta incorporación de las villas a la sociedad urbana, en la que la ciudad ofrece a los villeros el acceso a los derechos fundamentales que carecen (agua, luz, cloacas, escuelas, centros de salud), y estos aportan a la ciudad la riqueza de su trabajo y raíces culturales. La integración urbana es tarea de toda la sociedad, pero principalmente del Estado. ¿Pero qué pasa cuando el Estado se desentiende? Lamentablemente, la integración urbana tiene un tiempo, y si no se realiza en tiempo y forma, las villas se favelizan, es decir, cristalizan formas urbanas tan inexpugnables como hacinadas e inhumanas. Cuando los procesos de integración urbana llegan a tiempo, pueden abrir calles, dotar de infraestructura, y con el paso del tiempo esos barrios terminan siendo barrios como cualquier otro, perfectamente integrados al égido urbano. Ausencia del Estado es favelización, y la favelización es el caldo de cultivo de innumerables males de nuestra sociedad.
- Lo que menos se puede desfinanciar es la alimentación de los más pobres. La mala alimentación conlleva problemas de por vida. La ausencia del Estado en este tema está hipotecando el futuro. ¿Qué sentido tiene intentar ser potencia mundial dentro de 35 años, si aquí y ahora más de la mitad de los niños y jóvenes están por debajo de la línea de la pobreza, y se alimentan mal? ¡No se pueden sacrificar dos generaciones por una promesa de dudoso cumplimiento! ¡No se pueden cerrar comedores en este momento, con tanto aumento de precios, con tanta gente perdiendo el trabajo! El hambre no es psicológico ni ideológico, no se combate con relato y redes.
- Los problemas relacionados con la droga tienen dos polos para analizar: el polo de la oferta y el de la demanda. Combatir el polo de la oferta implica destinar innumerables recursos al combate contra el narcotráfico. Esos esfuerzos son insuficientes si no se trabaja proporcionalmente en el polo de la demanda, tal como sugieren todos los organismos internacionales dedicados al tema. La licuación de los recursos destinados a la recuperación de las adicciones de aquellos que no podrían pagar un tratamiento, se traduce en la multiplicación de los robos y de la violencia. La ausencia del Estado en este tema multiplica la inseguridad, y los gastos en seguridad. Es mejor y más barato cuidar a nuestro pueblo.
A pocos días de su aniversario volvemos a constatar que a Mugica lo siguen matando. Sí, hoy lo siguen matando en el olvido de los más pobres, en la injusticia, en el hambre, en la ausencia del Estado, en el comercio indiscriminado de armas y drogas que se llevan la vida de tantos pibes y pibas. Pero el pueblo sabe que Mugica también se multiplicó, que vive cuando nos organizamos y que hoy está presente en cada villa y barrio popular, cuando hay fútbol en la canchita, música en los pasillos, murga en la plaza y aroma de fiesta, y en cualquier rincón donde la esperanza resiste. Por eso, a 50 años de tu partida, querido Carlos, nos unimos a tu voz para gritar con fuerza que “nada ni nadie nos impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, especialmente a los más pobres”.
La Virgen de Luján, que vino desde Pernanbuco de contrabando, que eligió a Manuel, un negro esclavo, siempre estuvo cerca de pobres y descartados. ¡Que ella bendiga los caminos de nuestra Patria!
Equipo de Sacerdotes de Villas y
Barrios Populares de Argentina