Apertura del Centro Barrial San José Obrero

Ubicado en Villa Celina, en Av. San Martín 8000, esta tarde abrió sus puertas un nuevo espacio como Familia Grande, Hogar de Cristo, para recibir la vida como viene: el Centro Barrial «San José Obrero».

Compartimos el mensaje de nuestro obispo, Mons. Eduardo García:

      A veces las experiencias de los otros nos sirven y, sobre todo, cuando son experiencias muy fuertes y uno sabe cómo es el final de esa experiencia. Y la de Pablo, la que nos cuenta en su carta, sus sentimientos, sobre todo, frente a las dificultades es muy linda. Dice cosas muy importantes: estamos atribulados, nos sentimos mal, pero no estamos vencidos; estamos perseguidos, pero no estamos derrotados; sufrimos, pero no estamos aniquilados. Este “pero” marca la diferencia. El Apóstol sufre, se encuentra enfrentado a la muerte por la persecución, sufrió también por sus propias heridas pero, sin embargo, esta palabra “pero” marca la diferencia. Porque este “pero” tiene que ver con que tiene conciencia de que a pesar de todo, a pesar de, como dice al principio, llevar el tesoro de la vida en vasos de barro: hay alguien que los sostiene, hay alguien que ha dado su vida por él, hay alguien que lo ha amado primero, desde siempre y para siempre, y por eso puede soportar los dolores, los sacrificios las heridas, los sufrimientos, las angustias, el desconcierto y, hasta incluso muchas veces, la oscuridad sin sentir que es el final.

Hay un “pero”: pero hay un Dios que lo sostiene; pero hay un Jesús que lo ama profundamente y ha entregado su vida; pero hay alguien que cargó sobre sí los dolores del mundo para que también estos dolores tengan una respuesta y tuvieran una salida; pero hay alguien que quiere nuestra vida y la quiere bien. Y por eso los sacrificios, los esfuerzos, las entregas valen la pena y no caen en saco roto, porque hay alguien que se encarga de construir a partir de todo eso.

Hoy comienza en este lugar esta experiencia de aceptar y recibir la vida como viene. Y no siempre viene con flores la vida, ni con bombones. A veces, viene como Pablo y sus sentimientos, viene la vida atribulada, viene la vida herida, viene la vida dolida, viene la vida de muchas maneras. Y este lugar trata de ser ese “pero” de san Pablo: podrá estar la vida herida, maltratada, podrá estar aparentemente aniquilada, podrá estar destruida, pero hay un Dios y hay hermanos que, en nombre suyo, aceptan la vida como viene porque quieren darle ese pero nuevo, esa nueva posibilidad, esa mirada de Dios que reconstituye y restituye todo.

Queremos dar gracias porque comienza este lugar y es un signo de que el amor de Dios a través del corazón de los hermanos se hace presente y el “pero” de san Pablo sigue vigente. Y nada está totalmente determinado ni terminado y el tesoro que llevamos en vaso de barro lo queremos cuidar. Por eso, que en este lugar se abra este Hogar de Cristo es signo, justamente, de este amor de Dios, que quiere hacerse presente y que quiere cuidar la vida, que quiere ayudarla, que quiere hacerla que resplandezca verdaderamente.

Demos gracias a Dios y pidámosle a san José. Él es un maestro, maestro en cuidar la vida y aceptar la vida como viene. Porque él la aceptó como vino, no sabía de dónde venía, no entendía nada, pero sin embargo venía de Dios… y ahí vamos. La aceptó, la cuidó. Aceptó al niño, lo cuidó lo protegió como si fuera su padre, siendo totalmente su padre. Y así, ese niño que él cuidó que era “la vida como viene”, para nosotros hoy es nuestra alegría, nuestra salvación nuestra esperanza, ese “pero” tan grande que le podemos poner a la adversidad, porque es este Dios que camina con nosotros.

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