«A la montaña no se sube con las piernas sino con el corazón» 120 compañeros de distintas casas del Hogar de Cristo llevaron a cabo un viaje a Bariloche con el fin de caminar por las montañas por 7 días. Los peregrinos llegaron al punto base en la parroquia San Francisco de Asís, Diócesis de Bariloche el 5 de febrero. Ese mismo día se preparó y organizó los mochilones que contenían la comida personal y comunitaria, la ropa, el mate y la yerba, etc. En la noche se celebró la misa y se dieron las indicaciones necesarias para preparar el cuerpo, la mente y el espíritu para el día siguiente. Temprano por la mañana del lunes 6 los visitantes se enlistaron con sus mochilas pesadas y algunos utensilios de cocina preparados para que los micros los llevaran al primer destino, Laguna Negra. Entre cansancio y el esfuerzo para caminar y subir los caminos desnivelados, los peregrinos llegaban uno tras de otro buscando un lugar seguro donde poder armar la carpa y así poder almorzar o merendar algo. Llegada la tarde/noche se celebró la misa poniendo en manos de Dios los deseos y las vidas de los 120 para el día siguiente. El martes 7 se arrancó la caminata en la que por un tiempo la luna acompañó y bordeando el lago se siguió el recorrido hasta llegar a la cima de una de las montañas, la cual se celebró con el canto de la canción más entonada en el mundial, «Muchachos» de La Mosca. Luego de caminar por un cañaveral, escalar media montaña bajo el calor intenso del sol y bajar poniendo en juego la rodilla y la falta de agua, se llegó al segundo destino: Laguna CAB (Club Atlético Bariloche). El miércoles 8 los acampantes arrancaron la mañana preparando remeras, camperas, pantalones, ponchos, termos y tazas con mate y café calientes para continuar el viaje hacia el siguiente punto, El valle del Mate Dulce. Con cada caminata no solo se fortalecía el cuerpo sino también el espíritu y la determinación que requirió levantarse cada mañana a tiempo a pesar de los dolores y las lesiones que hubiese. Cada punto alcanzado en la cima de las montañas lograba advertir del siguiente destino a acampar para los visitantes. Al llegar al Valle los viajeros recibían a los que quedaban atrás con elogios y practicaban la predisposición de estar siempre listos para ayudar y cargar con los mochilones y los dolores de los recién llegados para que pudieran reunirse con los demás compañeros y así descansar. Por la tarde el descanso venía acompañado de la celebración de la misa en la que se festejó el cumpleaños de Susano, unos de los chicos que vivió la experiencia de la travesía. El jueves 9 ya con la costumbre de llevar el peso de la comida, la ropa y los pensamientos encima, los muchachos continuaron su viaje, el cual ya empezaba a entrar en sus últimos días. Luego de cargar agua y nieve de las montañas y arroyos en las botellas se alcanzó la cima en la que se pudo ver al cerro «Tronador» y, al mismo tiempo, se entonó las estrofas del himno nacional acompañado después de la canción «Muchachos». Luego de pasar por un peligroso sendero formado por piedra laja y tierra se llegó al lugar objetivo del día que fue la Laguna Lacreton. El viernes 10 luego de haber vivido una tormenta en las montañas los acampantes prepararon de manera rutinaria las ollas con agua caliente y con un desayuno rápido pero eficiente para arrancaron viaje al último punto que para el guía, el padre Tano, era uno de los lugares con más magia puesta Dios, la Laguna Azul. Desde el punto más alto se pudo ver el camino y el paisaje de una laguna de aguas claras pero con tonalidades azules oscuras como el mar. Cascadas y caminos arbolados y resbalosos eran las características más comunes de los caminos que se recorrieron no solo en el trayecto final sino en todos los caminos. El sábado 11 con el corazón lleno de hermosas vistas y de tanto tiempo compartido en familia los 120 comenzaron el último tramo de su viaje para llegar lo más cerca posible del punto donde los micros los devolverían al punto base del día 1, la parroquia San Francisco de Asís. El camino entre anécdotas, recuerdos e historias se logró un compartir sin igual entre las distintas casas de los Hogares de Cristo hasta que se llegó al puente colgante del Río Manso en el cual el cruce fue con miedo, risas y coraje hasta llegar al último punto de descanso, “El Copete” en el que se compartieron los últimos almuerzos, siestas y cenas al aire libre. Ya con el corazón y el alma fortalecidos y reflexionados los “caminantes” fueron al punto de reunión a orillas del lago Mascardi en donde los micros aparecieron para así viajar de vuelta a la Pquia. San Francisco de Asís en el cual disfrutaron de duchas calientes hasta que llegaron los micros de larga distancia y dieron paso a la vuelta de los 120 valientes a Buenos Aires para compartir el recuerdo de dormir bajo las estrellas, compartir las historias y anécdotas con las que cambiaron sus vidas. #parroquiasanjosé#familiamatancera#HogarDeCristo