Compartimos la Homilía de nuestro obispo, durante la misa del día de San José.
Alguien que no se apegó a su vida, José. Alguien que tenía proyectos.
Pero, sin embargo, el proyecto de Dios, que es el proyecto de los hombres, fue más grande. No porque no se apegó a su proyecto y abrazó la vida como viene, como decimos siempre, porque como viene fue capaz de cambiar el sueño de la casa en el lugar donde vivían.
Pero, sin embargo, transformar un lugar, un pesebre lleno de bosta de animales en un hogar. Esos son los milagros de José. Ese es el milagro de José. No es estridente, no es con luces de bengala. No es tampoco cosas raras. Es el milagro de ir transformando la vida y poniéndola despacito, despacito, como Dios siempre la pensó. Despacito, pero sin aflojar. Despacito, pero constante.
Y hoy hacemos memoria agradecida. Sí, de aquel pesebre lleno de bosta de animales que lo transformó en un hogar. Pero también hacemos acción de gracias y memoria agradecida de su paso por este lugar, de su paso por la historia y por la vida de estos barrios. Su paso por este lugar que dejó la huella imborrable y dejará la huella imborrable de la vida buena y de la vida digna para sus hijos.
Porque el paso de San José, con el cual fue llevando de la mano a muchos de ustedes, hizo también que muchos de estos lugares donde abundaba también la bosta de todo tipo, se transformara en lugares de vida y en hogares, hogares. Hogares para los chicos, hogares para los viejos, hogares para los que están esperando, buscando, luchando y peleando por tener otra vida, por salir de la droga salir del afano, salir de tantas cosas y tener otra vida. Y fue transformando y haciendo, de la bosta, hogares. Hogares donde se comparte, se celebra, se vive, se crece, se cree y se espera.
Y damos gracias por eso. Por este paso de José tan lindo por nuestros barrios. Y un gracias desde el corazón y de verdad, de las entrañas, como ese grito que dijimos al principio: ¡Acá estoy!
Que después vamos a decir un gracias, José. Pero fuerte. No es simplemente un gracias para la selfie, sino es un compromiso. Porque todavía falta mucho por hacer, mucho por construir. Mucho por cambiar.
Tenemos esperanza. Ya nuestros chicos tienen salita, tienen escuela. Nuestros chicos no están solamente en la calle, aprendiendo de la calle, sino aprendiendo de donde tienen que aprender: de una familia, de una familia grande que los recibe, que les enseña, que los proyecta, que los cuida, que les da de comer.
Pero falta mucho todavía porque todavía en muchos de nuestros barrios abundan los fierros, las armas en lugar de los lápices, de los cuadernos. En muchos de nuestros barrios, también, nuestros pibes de los más chiquitos y los más grandes, hay mucha más droga que caramelos y que golosinas. Porque en muchos de nuestros barrios todavía hay muchos que usan y destruyen la vida de otros, de los adolescentes.
Todavía hay mucho, hay mucho por hacer. Todavía hay mucha bosta que cambiar y que sacar y transformar.
Me preguntaban hace pocos meses: ¿es cierto?, Sí, en nuestros barrios se reparten los fierros como caramelos. En los pibes que no son profesionales, los usan para cualquier cosa. Es cierto, no podemos negarlo. Pero, sin embargo, justamente, el gracias nuestro es
no rendirnos frente a eso. El gracias nuestro es que haya, justamente, más lapiceras, más cuadernos, más libros. El gracias nuestro es que haya más madrazas y más familias. El gracias nuestro es seguir construyendo lugares para que nuestros ancianos, nuestros abuelos, sean queridos, cuidados, protegidos. El gracias nuestro es hacer que haya más caramelos, que haya más globos, que haya más golosinas, que haya más sonrisas que droga. Ese es nuestro gracias.
Sabemos que la situación es difícil. Sabemos que en muchos de nuestros lugares es la salida fácil de este momento. Pero también sabemos que, si nos cortamos solos, no tenemos futuro. Y con José haciendo una familia pasando el mal trago, poniéndonos codo a codo, construyendo juntos la vida puede ser distinta.
Esa es la acción de gracias. Ese es el gracias de hoy. Aquel que nos hace mirar el futuro con esperanza. No, a ver si sucede. No, lo vamos a hacer. No, a ver si pasa. No, a ver si viene un ángel y cambia la cosa. No, ¡lo vamos a hacer! ¡Lo vamos a hacer!
Queremos que en nuestros barrios haya educación. Entonces, peleemos para que haya educación.
Queremos que, en nuestros barrios, nuestros chicos tengan más golosinas que drogas.
Queremos que en nuestros barrios haya familias que reciban, que acompañen a sus hijos.
Queremos que nuestros abuelos estén cuidados, acompañados, protegidos y acariciados.
Bueno. ese “queremos” no queda hoy acá.
Ese “queremos” lo tenemos que hacer cada día, no borrándonos, sino poniéndole el cuerpo como se lo puso José. Se puede.
Si miran alrededor, miren, giren la cabeza un poquito. Giren un poco. Miren, miren. Hace siete años, ¿podíamos celebrar una misa acá? Se puede, se puede. Si queremos, con la ayuda de Dios, se puede. Con la presencia de San José, de su mano, se puede. Y si queremos, se puede. Y podemos.
Ni un chico menos en la calle. Todos los chicos en la escuela, Ni un pibe menos que caiga por la droga, sino todos caminando, trabajando, estudiando y construyendo. Se puede.
San José nos acompaña y, por eso, como se puede y como queremos, le vamos a decir:
San José, ¡acá estoy!
#PactoSanJose
#FamiliaMatancera