“La obra de Dios empuja por las casas de las familias”

La pregunta siempre es la misma: ¿Qué hacer cuando niños y niñas de 9 años reciben una pipa para fumar paco o un arma antes que un cuaderno o un juguete? ¿Cómo lograr que las casas precarias y hacinadas que entregó la dictadura militar hace más de 50 años se transformen en una casa digna? La respuesta que nos han dado desde diferentes lugares invita a matar la esperanza: “es imposible”, “no nada hay para hacer”, “esto no cambia más”.

Monseñor Enrique Angelleli dijo “Yo no puedo predicar la resignación”. Esa es una frase que nos marca a fuego. Por eso es que decidimos no quedarnos de brazos cruzados. Y como las familias quieren dignidad y quienes han quedado marginados necesitan contención y abrazos, empezamos por el principio: hicimos comunidad. Dijimos que cuatro barrios tenían que ser una familia, y hacia ese horizonte caminamos rezando, callando y trabajando.
Construimos cuatro jardines para que nuestras familias puedan salir a trabajar sabiendo que sus hijos e hijas iban a estar protegidas. Apostamos a la educación primaria, secundaria y para adultos junto con el centro de oficios para que nuestra comunidad crezca. Generamos oportunidad y demostramos que la familia de San José sólo necesita oportunidades para demostrar cuantos tesoros guarda dentro. Generamos espacios de encuentro y esparcimiento como el campo de deportes del Club San José y la Granja Virgen de Luján.

Así, la familia abrió las puertas de su casa para ir a jugar, a encontrarse, a reconocerse. Ante las organizaciones del mal propusimos una comunidad organizada en torno al amor. La parroquia es y debe ser un lugar para compartir la vida. Y la vida se recibe como viene, tal como dijo el Papa Francisco.

Por todo esto es que entendimos que hay situaciones que no podemos ver y mirar para otro lado. Ninguna comunidad se realiza con discriminación y personas solas y enfermas. Es por eso que decidimos sostener los cuatro comedores comunitarios y atender el flagelo del hambre; miramos a los ojos a los hombres y mujeres que estaban en la calle, discriminados y en la adicción, y construimos el Hogar de Cristo, el Hospital de Campaña y una casa para mujeres e hijos. Vimos que faltaba la atención de salud y construimos la sala Madre Teresa en Puerta de Hierro. Cuidamos la otra punta de la vida y construimos la casa de los abuelos. Recibimos a quien venga, y eso se refleja en los chicos y chicas con discapacidad y las decenas de sillas de ruedas que se pueden ver en nuestras misas y fiestas.

Nuestro gran objetivo es la urbanización de Puerta de Hierro y San Petersburgo, y las escrituras para 17 de Marzo y 17 de Marzo bis. Es por eso que demostramos la potencia de esta comunidad que aprovecha todas las oportunidades que se le presentan. Las capillas y los lugares de encuentro son la fuerza que, desde nuestro lugar, pusimos para llegar a la urbanización. No puede haber traslado, no debe existir una demora más. Es ahora, son casas concretas para cada familia, es cloacas y luz. La gran familia está de pie, dispuesta a construir este tramo final del camino a la felicidad.

Celebramos una y cada una de las intervenciones del Estado llegando de manera inteligente, coordinando con las organizaciones sociales y las instituciones del territorio la urbanización. Pero esto no es un camino de rosas. Dentro de nuestro barrio también están quienes han arruinado la vida de nuestras hijas e hijos. Un Estado eficiente sabe que de la mano de estas organizaciones del mal, nada será posible.

Es por todo esto que decimos que URBANIZAR es CONCRETO. La casa de Dios ha empujado la casa de las familias. Hoy, celebramos la llegada de todos los sectores del estado: el municipal, el provincial y el Nacional. Creemos que es el momento de unidad por encima de cualquier conflicto. No hay quien quede afuera de la responsabilidad de tener familias viviendo en el hacinamiento. Por eso creemos que nadie puede quedar afuera para esta reconstrucción de esta pequeña porción del Pueblo Argentino.

La Iglesia de Jesús y María no puede conformarse y tiene que salir a buscar. Dice el papa Francisco que es necesario “darse a los demás para no dejar dormido el corazón porque si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe”. Ese mandato nos lleva hoy a apostar en los complejos de Ciudad Evita (más conocidos como los monoblock de Tablada) para hacer lo mismo que en estos barrios: jardines de infantes, centro de oficios, capilla, colegio y club. Porque sabemos que un pueblo sin una comunidad organizada es como el agua estancada de la que habla Francisco.

Oportunidades, obras, infraestructura… del resto se encarga Dios y la gente. Lo decimos desde nuestra radio, desde este periódico y por todos los medios que tiene esta Voz de San José, sabiendo que “el silencio del trabajo es el grito de la esperanza”.

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